Positiva la migración corsa en la Isla
Primeros migrantes se instalaron en San Germán en 1790.

Los inmigrantes corso-franceses influyeron en nuestro modo de hablar, y se distinguieron por su laboriosidad. Aquí, Enrique Vivoni y esposa en su casa en las afueras de Aguirre, de Salinas, en enero de 1985.
Por Griselle Vázquez Sevilla
Más allá de las tres principales etnias que con el tiempo conformaron a los puertorriqueños, existen otras influencias que aportaron costumbres, historia y cultura.
Una de estas provino de Córcega (isla al Oeste de Italia) con el movimiento de su gente a la isla. Córcega, inicialmente, formó parte del gobierno de Génova (Italia). Luego pasa a mano de los franceses como botín de guerra, pero el corso siempre se quedó con su cultura e idioma que era parecida al de la Toscana.
La isla de Córcega, en cuya capital Ajaccio nació Napoleón Bonaparte, puede parecernos muy lejana geográficamente. Sin embargo, genética, cultural y económicamente está muy cerca de nosotros, sobre todo de quienes tienen su origen en la zona Sur de Puerto Rico.
Los migrantes corsos cruzaron el vasto océano hasta llegar a nuestras tierras donde, muy en particular, dedicaron sus energías al desarrollo de la industria del café.
La primera inmigración corsa a Puerto Rico se registra a mediados del siglo 18 causada por cambios económicos y políticos luego de la rebelión de independencia que comenzó con Pascal Paoli contra el dominio genovés de la isla.
“Por ejemplo, Juan Fantauzzi fue el primer corso documentado que emigró a Puerto Rico. Emigró a lo que hoy es Aguadilla en 1760. Los Filiberti, para el 1790, se instalan en San Germán, que también acogió a muchos corsos en la primera etapa de la migración”, describió la presidenta de la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía, Dra. Norma Filiberti.
Una segunda migración ocurre a principios del siglo19 (1815) con la Real Cédula de Gracias, que permitió la entrada y naturalización de extranjeros católicos y procedentes de países amigos. A estos nuevos colonos se les concedían tierras para cultivo.
“La mayoría de los emigrantes eran varones, y muchos de ellos, luego de establecidos se casan con criollas y forman familias. Inicialmente, se establecen en San Germán, y luego, se concentran en Sur, Oeste y centro de la Isla, por ejemplo, en Mayagüez, Lares, Coamo, Adjuntas y Ponce”, comentó Filiberti, cuya labor investigativa la ha llevado a encontrar ascendencia corsa en prácticamente toda la Isla.
“Aunque Yauco fue uno de los sitios de mayor concentración de emigrantes corsos, se ha encontrado presencia corsa en casi todos los pueblos. Incluso, encontré un corso en Comerio,” agrega Filiberti.
CORSOS MUY TRABAJADORES
Con el tiempo sumaron a nuestra identidad la cultura de ser gente de trabajo. “Aportaron sus conocimientos y talentos que tenían, sobre todo, en la agricultura. Muchos de ellos sabían leer y escribir y sabían firmar. Así que eran personas cultas, que enriquecieron la sociedad en la que se establecieron,” subraya.
A nivel de carácter, los corsos mantienen los lazos familiares, e incluso, la memoria viva de sus antepasados y lugar de origen.
“Son personas trabajadoras DE carácter flemático con carácter un poco fuerte, y definitivamente, los descendientes conservan un amor a la patria y a sus antepasados que hicieron el sacrificio de venir,” la investigadora Filiberti.
Parte de su huella en la Isla se dio durante el desarrollo de la agricultura, principalmente, en el cultivo de café. Además, se envolvieron en el cultivo del tabaco, la caña de azúcar y otros frutos menores.
“El café que se producía fue tan bueno que llegó a servirse en El Vaticano”, destacó Filiberti, cuyos resultados del trabajo investigativo se destacan en “Diccionario Biográfico de los Corsos de Puerto Rico Rico,” de Lorenzo Dragoni, Norma Feliberti y Enrique Vivoni.
“Lo que he podido encontrar es a base de investigaciones mediante fuentes primarias como documentos de los archivos parroquiales de varios pueblos y el Archivo Histórico Diocesano de San Juan, entre otros documentos,” afirma.
DICCIONARIO BIOGRAFICO
En dicho texto aparecen datos como que unos 1,778 corsos y corsas emigraron a Puerto Rico en un período comprendido entre 1750 y 1974.
A raíz de la primera publicación salió un segundo tomo con nuevos datos, biografías adicionales y cinco apéndices en los que, entre otros temas, se ofrece un récord de mujeres boricuas casadas con corsos que se fueron a vivir a Córcega y otro sobre los corsos en República Dominicana, Venezuela y Trinidad Tobago.
Este último tomo cierra con el tema de las haciendas cafetaleras de corsos en Puerto Rico, partiendo de la hacienda de Domingo Mattei Antoni, en Yauco.
En esta sección, pueden apreciarse fotos de las haciendas mencionadas, con notas sobre su localización, fundadores y desarrollo.
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