Más que líderes necesitamos obreros
El líder persuade, no domina. Bajo este precepto los estudios en comportamiento organizacional, relaciones laborales y conducta humana presentan los hallazgos de la importancia de la figura del supervisor-líder en las instituciones.

El líder persuade, no domina. Bajo este precepto los estudios en comportamiento organizacional, relaciones laborales y conducta humana presentan los hallazgos de la importancia de la figura del supervisor-líder en las instituciones.
Por Luis A. Pérez Vargas, MPA
Director Ejecutivo, Oficina de Ética Gubernamental
El líder persuade, no domina. Bajo este precepto los estudios en comportamiento organizacional, relaciones laborales y conducta humana presentan los hallazgos de la importancia de la figura del supervisor-líder en las instituciones.
Este actor principal debe dejar a un lado sus intereses personales y enfocarse en los de la organización que representa. Para lograrlo, debe alcanzar la cohesión del grupo e inculcar en estos la importancia del objetivo trazado.
Al repasar la importancia del liderazgo gerencial en la administración pública, muchos coincidirán que esa figura se ha caracterizado por ser un eslabón esencial en la protección del bien público. En esta oportunidad quiero resaltar al supervisor-líder como promotor del trabajo y principal motivador del taller.
En la obra La supervisión ante nuevos retos, escrito que por su pertinencia mantiene total relevancia, la sicóloga industrial, Milagros Guzmán, expuso las capacidades que un líder debe poner a disposición de su grupo. Enfatiza en la aptitud de conceptualizar cómo éste desea proyectarse a futuro y la continua formación que esa visualización requiere.
La destreza para comunicar es otra cualidad ideal, ya que presupone que los demás lo entiendan. Este agente de cambio debe mostrar confianza en sí mismo, sentido de propósito, firmeza y habilidad para dirigir. Su proyección debe ser sin titubeos, con un gran sistema de valores para determinar lo que es correcto y lo que es aceptable. En fin, este personaje perseverante, inicia, continúa, concluye y culmina.
En tiempos presentes impera la necesidad de que los resultados se obtengan de manera inmediata. Se pretende que las alternativas a los problemas estén disponibles para ayer, esto como consecuencia del bajo nivel de tolerancia que predomina en este momento.
Para obtener un rendimiento efectivo en este quehacer diario, el supervisor-líder delega. Esta acción representa un rasgo distintivo de la gerencia progresiva. Esta disciplina permite la transferencia del conocimiento en ambas vías y una distribución saludable del trabajo.
No obstante, el supervisor-líder nunca libera ni delega su responsabilidad final. Supervisa con presencia, corrige con elegancia y se enfrenta a la toma de decisiones incómodas. En arroz y habichuelas, “manda y va”.
De igual manera, el supervisor-líder ejerce su función cuando se deja ver entre su equipo de trabajo, no exige nada que no esté dispuesto a realizar, no evade su responsabilidad y apunta a la función unificadora de la posición que ocupa.
Los retos para los recursos humanos y su administración están sobre la mesa. No se puede asumir la encomienda por el título o la remuneración, sin contar con la forzosa convicción que amerita el compromiso contraído con el ente a quien responde. Lo necesario son labradores en la mies, no protectores de la inconsecuencia. Es tiempo de quitarse la capa de héroe y enrollarse las mangas de obrero.
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