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“Se me quedó el celular”

“Se me quedó el celular”

Lcdo. Arístides Capó Figueroa

Recientemente un amigo mío, residente aquí en Bayamón, pasó por una tarde de sábado de esas en que todo sale mal, o por lo menos, no como uno hubiese querido. El amigo me pidió encarecidamente que no divulgara su nombre y por eso lo mantengo en el anonimato.

Pues bien, el amigo salió de su casa con un poco de prisa, pues tenía en su agenda varios asuntos por realizar; se montó en su automóvil y se dirigió a hacer sus diligencias. Ya había transitado por un largo rato cuando el silencio le sobrecogió y se dijo: “Déjame poner un poco de música”. De pronto se percata que no iba a poder hacerlo, había olvidado su celular y, por lo tanto, no podía sintonizar la música que transmite Pandora. Se dijo, a sí mismo, “bueno, pues, en otra ocasión será”.

Por el tiempo transcurrido ya había llegado al hotel donde pensaba hacer la primera diligencia del día ya que había planeado hacer una reservación, y procedió luego de estacionar su auto a entrar al “lobby.”

Mas o menos la conversación transcurrió así. La empleada del hotel le dice: “Buenas tardes, en qué podemos servirle”. El amigo contesta: “Quiero una habitación, o sea, una reservación”. La recepcionista contesta: “Ah, eso es a través del celular”. El amigo le responde: “Es que se me quedó el celular”. La recepcionista, muy amable, le dice que entonces utilice la computadora del hotel que está en el lobby y disponible para el público.

El amigo, a pesar de que no es muy tecnológico, comenzó el proceso, pero al llegar al punto donde el sistema le informó que le enviaría un mensaje de texto al celular para confirmar la reservación, se dio cuenta que sin el celular nada podía hacer. Así que detuvo el proceso de reservación. Así las cosas, optó por no hacer la reservación e irse del hotel, agradeció la atención que le brindó la dama quien le recordó al irse “no deje su celular”.

Llegó a un restaurante donde se sentó y pidió el menú. La mesera le dice: “Caballero, no tenemos menú escrito, es con el celular”. Nuevamente el amigo opta por levantarse e irse sin poder realizar la gestión que había deseado y planificado hacer, así como tampoco pudo saciar el hambre que ya tenía por la avanzada hora de la tarde que marcaba el reloj.

Cerca del restaurante había un “Food Truck” donde la fila se reducía a dos o tres personas lo cual lo motivó a esperar. Al llegarle el turno y pedir la Orden le dice la señora que atendía el Food Truck: “Sólo se acepta pago por ATH Móvil.” Obviamente, para eso el amigo necesitaba el celular, el cual no tenía, así que cabizbajo y con el estómago vacío abandonó la fila.

Decidió irse a su casa. No había otra cosa por hacer. Mientras conducía recordó que había girado varios cheques y que las personas a quienes les envió los mismos iban al banco esa misma tarde a cobrarlos, pero, para que tuvieran fondos, tenía que transferir dinero de ahorros a cheques, usando el sistema ATH de su celular. Sin el mismo no podía hacerlo, así que otro asunto sin resolver por el olvido del celular.

Llegó a su casa, recogió el celular, vio las muchas llamadas y mensajes perdidos y en especial uno de su esposa que decía: “Te he estado llamando toda la tarde y no respondes, ya hablaremos cuando llegues a casa”.

Moraleja: Si quiere resolver en el Puerto Rico de hoy, no deje su celular, porque sin esa herramienta muy pocas cosas, o quizás ninguna, pueda hacer.

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